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Juventud, divino tesoro
De Ingmar Bergman

Diez años antes de dirigirla, Bergman había escrito un cuento llamado Mari, origen de esta película. Fue el primer film del realizador que se conoció en Argentina y significó en su carrera una suerte de cristalización, de equilibrio y certeza. El inexorable paso del tiempo es el verdadero antagonista de una bailarina a quien el diario de un amante de juventud le desata el recuerdo. El cansancio y el vacío de la cotidianeidad en su rutina diaria de ballet se enfrentan con la pureza y el espíritu de antaño. Sin ser sólo un juego de oposiciones, ambos tiempos se influyen. Sin embargo, la imagen que el espejo le devuelve y aquel recuerdo no pueden fundirse en una misma persona. Muchos de los temas preferidos de Bergman aparecen en toda su madurez en este relato esencialmente poético.

“Antes había villanos que hostilizaban a la pareja central, y dentro de ésta asomaban perversidades y rasgos diabólicos, tendencias suicidas, pronunciamientos cínicos. Ahora, por el contrario, el tiempo es el verdadero villano, y cuando el film lo establece así, está aludiendo a un problema de todos y está inclinando al espectador a evocar al adolescente que supo ser antes, a la ensoñación del pasado que el presente no cumplió. Pocos temas han sido tan densos de romanticismo, pocos quisieron apoyar tanto esa tendencia romántica en una realidad, pocos corrieron tantos riesgos. Su concepción de la vida estaba perdiendo las aristas rebeldes y exaltadas del inconformismo, y se estaba inclinando a una lúcida aceptación de la vida tal cual es”. Del libro Ingmar Bergman, un dramaturgo cinematográfico (Montevideo, 1964) de Emir Rodríguez Monegal y HAT.

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Ficha técnica

Juventud, divino tesoro (Sommarlek, 1950) c/Maj-Britt Nilsson, Birger Malmsten, Alf Kjellin, Georg Funqvist, Annalisa Ericsson. 96’.