Diario
Ensayos

La doble redundancia
Por Chus Martínez

El otro día en Roma me fui a la Plaza de España a ver turistas. También en Latinoamérica hay mucho turismo, pero no puedo nombrar ningún lugar en el que el numero de visitantes y la intensidad de su actividad turística sea similar a la de las ciudades Europeas herederas en mayor o menor medida del Gran Tour o destinatarias de las rutas de las compañías de bajo coste. La Plaza de España de Roma es bonita. Las escaleras salvan un considerable desnivel en una de las colinas de la ciudad, creando terrazas amplias a medida que el visitante desciende –o asciende– la gran escalinata. Me senté en una de las terrazas a ver cómo grupos, parejitas, madres con hijos adolescentes, abuelitos, todos se hacían una selfie. No había nadie excepto yo y un bebe de pocos meses sin palo de selfie en aquella escalera. Unas chicas jóvenes de muy buen comer bailan en la escalera mientras se hacen un video y miran de reojo para ver quién mira y se ríen.

Plaza España

La escena no es nada nueva: Torre Eiffel, Notre Dame, Torre de Pisa, la Sagrada Familia, el puente de Londres… Uno puede dárselas de cínico y de sabio esperando que estos turistas de vacaciones abandonen su extravagante deseo de aparecer en Facebook, Instagram y demás. Pero a mi me gusta su actividad. No puedo desarrollar muy bien, argumentativamente, el porqué esa nueva relación entre monumentos, memoria histórica e imagen me parece interesante. Creo que es un paso necesario a otra vida de la imagen. A sabiendas de que a ninguno de los que observé en Roma les importa realmente un comino la historia y el significado de la plaza y los 135 peldaños de su escalinata, tiene aun mas mérito hacerse una foto ahí. Esas fotos, cierto, no se caracterizan por su voluntad artística, sino por su contrario, por ser similares al resto de las fotos que se hacen todos los demás en ese mismo lugar. De este modo si haces una búsqueda en Google Images de efemérides, primer cumpleaños de un niño o una boda, o la Plaza de España en Roma, todas las fotos tienen un rasgo en común: su redundancia. Es decir redundan una y otra vez en los mismos formatos y tópicos. Pero la redundancia es doble, nadie tiene un interés especial por el contexto ni por aparecer en el de un modo singular o distinguido, sino que lo artístico en este caso es el flujo de millones de personas que quieren decir simplemente que han estado ahí. Es como una revolución silenciosa. Frente al alfiler de cabeza roja de Google Maps y cualquier otro invento del software para indicar un lugar, estos peregrinos de la nueva cartografía se ofrecen a realizar ellos esa función y a saturarla globalmente.

Plaza España

Como os decía, no tengo una teoría fuerte de porqué me parece bien que ciento y pico de años después de la invención de la cámara y de verla como la extensión que nos permite un ojo mayor me parezca interesante que ese ojo se gire y fotografíe lo menos interesante de todo, nosotros, pero a un nosotros brutalmente colectivo, necesario y en un momento histórico histérico donde no está muy claro cuáles son las funciones cívicas y políticas de la ciudadanía. Así que, aunque no sea consciente, veo en todos esos gestos una necesidad de introducir a la fotografía en el retrato de miles de millones de seres que consideran –y todos debemos considerarlo así– que la documentación de la presencia es un derecho fundamental que puede derivar en un método para pensar en la función de cuerpo, expresión y posibilidad en el espacio publico.

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Chus Martínez es Directora del Institute of Art of the FHNW Academy of Arts and Design en Basilea, Suiza. 

Este texto forma parte de The Etcetera, un proyecto que surge a partir de la muestra Diane Arbus. En el Principio. Su objetivo es generar una serie de intercambios textuales entre teóricos, artistas, escritores y críticos sobre la actualidad de varios de los temas que aparecen en la exposición de la fotógrafa norteamericana.

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