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Un muchacho es involuntario testigo del asesinato a golpes de su padre y, mientras pasa su juventud en diversas instituciones correccionales, planea una elaborada venganza con extremos de violencia física e emocional. Sobre el final de la etapa noir Fuller concibió este film que funciona como una especie de compendio de todo el género policial. Su descripción de las actividades delictivas modernas, realizadas todas ellas dentro del marco de la ley, no tiene paralelos en el cine de su tiempo. Como dice el jefe máximo de los villanos mientras alienta la venta de drogas duras entre colegiales: “no me digas que la aguja de una jeringa tiene conciencia”.