28.06.2017

Resonancia siniestra

Por David Toop

Despierto después de haber dormido profundo y sin soñar, sorprendido por una resonancia hueca, un impacto repentino de madera contra madera. ¿Es un sonido en mi mente –un momento del sueño sin relato ni duración– o es un sonido real que proviene del mundo físico? La reverberación duró demasiado para que el sonido haya provenido del cuarto. Eso implica que provino de alguna otra parte de la casa, un espacio con eco, misterioso y distante. Si es ese el caso, entonces solo puedo asumir la presencia de un intruso, una posibilidad desagradable. El sonido no viene de ninguna parte, no pertenece a ninguna parte, no tiene ningún lugar en el mundo excepto a través de mi descripción.

A las palabras se las lleva el viento, la letra escrita permanece. El sonido es ausencia cautivadora, está fuera de la vista y de todo alcance. ¿Qué produjo ese sonido? ¿Quién está ahí? El sonido es vacío, miedo y asombro. Al escuchar, como si fuera a los muertos, como un médium que participa de la historia y de lo transcurrido, el oído se pone en sintonía con señales distantes, escucha a escondidas a los fantasmas y su parloteo. Sin ser capaz de escribir una historia sólida, el que escucha accede al desfasaje del tiempo.

Esta posibilidad –que el sonido no sea nada– es propia del sonido, desconcertante, perturbadora y, sin embargo, peligrosamente atractiva. Los sonidos distantes, de origen desconocido, se consagran en los mitos, como en la leyenda sueca de Näcken –los pequeños duendes acuáticos que viven en ríos o lagos, y que conducen a los niños a la muerte con sus canciones y la música de sus instrumentos. No son reales desde un punto de vista físico y sin embargo sus sonidos, inalcanzables, son un señuelo mortal. El sonido es una ausencia presente, el silencio es un presente ausente. O tal vez sea mejor su reverso: ¿es el sonido una presencia ausente, es el silencio una ausencia presente? En este sentido, el sonido es una resonancia siniestra –una relación con lo irracional y lo inexplicable que deseamos y tememos al mismo tiempo. Quien escucha es, entonces, una especie de médium, alguien que percibe y se conecta con aquello que subyace a las formas del mundo. Cuando el sonido, el silencio u otras modalidades del fenómeno de la escucha son representados por medios “silenciosos”, esa mediación se vuelve más aguda. En todo texto escrito hay voces que moran; dentro de las imágenes está sugerido un espacio acústico. El sonido es envolvente; sin embargo, nuestra relación con la forma envolvente, intrusiva, fugaz de su naturaleza es más frágil (un juego de susurros chinos) que concluyente.

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Fragmento del preludio al libro Resonancia siniestra. El oyente como médium (Caja Negra, 2013). David Toop presenta hoy a las 19:00 en MALBA una conferencia performática basada en el libro. 

Organizado en colaboración con British Council, Universidad de San Martín y editorial Caja Negra, en el marco de la muestra La música es mi casa de Gastón Pérsico. Entrada libre y gratuita. 

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