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Devoción de mujer, de John Sturges
Durante la década de 1950 el noir abandonó poco a poco las sombras opresivas de la noche y llevó sus intrigas ominosas a plena luz del día, al mismo tiempo que el suspenso y la tensión, basados en acción concreta, comenzaron a ganarle terreno a la sugestión de los climas casi abstractos de muchos films de los cuarenta.
La casa nº 322, de Richard Quine
Un asalto sangriento, una rubia irresistible, un policía con pocos escrúpulos. Estos ingredientes clásicos del género son barajados con mano maestra en este noir donde importan mucho las apariencias, porque todos los personajes vigilan o son vigilados.
Envuelto en las sombras, de Henry Hathaway
Un detective privado, que casi vive en la miseria, descubre un día que lo están siguiendo. Tras acorralar a su perseguidor, averigua que actúa a las órdenes de un antiguo socio con el que acabó enemistado. Poco después se ve envuelto en un calculado plan de asesinato.
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Amor que mata, de Robert Siodmak
Un hombre tímido se enamora pero no consigue librarse de su hermana, que es posesiva hasta la patología. Este film excelente y poco conocido tiene un pequeño misterio: fue la primera producción de Joan Harrison, que se desempeñó como secretaria y productora asociada de Hitchcock durante varios años.
El rostro de la medusa, de Melisa Liebenthal
De un momento a otro, la cara de Marina cambió. Como en una pesadilla kafkiana, un día alrededor de sus treinta años su rostro dejó de ser lo que era. ¿Quién es Marina ahora? A través de su historia, la película se sumerge en una indagación sobre el significado del rostro, núcleo de nuestra identidad y de cómo nos encontramos con los otros, ya sean humanos o no humanos.
Martes trágico, de Hugo Fregonese
Este film es una verdadera sorpresa, no sólo porque contiene una de las más extremas interpretaciones de Edward G. Robinson, sino porque se trata de un policial sin concesiones que Fregonese narra con gran economía de textos y abundancia de suspenso y acción dramática.
El tiempo perdido, de María Álvarez
Un grupo de personas se reúne desde hace dieciocho años, en un bar de Buenos Aires, a leer una y otra vez el mismo libro: En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Atravesando sus recuerdos y emociones, con gran sentido del humor, el grupo le da a la novela un significado nuevo y personal.
Festín diabólico, de Alfred Hitchcock
La soga es recordada por la decisión de Hitchcock de filmarla de manera que pareciera un único plano continuo. Como tal pretensión era imposible técnicamente en ese momento, Hitchcock disimuló los cortes en cada momento oportuno.
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Como una excursión al quehacer de la preservación botánica y fílmica, Herbaria explora en sus procesos invisibles las derivaciones artísticas y políticas que las conectan.
Pánico en las calles, de Elia Kazan
Elia Kazan diagrama una narración en el cruce inquietante entre el claroscuro y la visión pesadillesca del expresionismo y el realismo callejero que la posguerra le adosó al cine negro, con profundidad de campo, filmación en locaciones y tendencia a tomas largas al borde del plano secuencia.
La noche del cazador, de Charles Laughton
Única y maravillosa obra del gran actor que fue Charles Laughton, su relativo fracaso inicial (comprensible por su profunda originalidad expresiva), no hizo más que aumentar el impacto para las generaciones anteriores.
dom
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A partir del hallazgo de la banda sonora de Tararira, la única película surrealista argentina filmada en 1936, perdida desde entonces, y protagonizada por sus tíos bisabuelos, los hermanos Aguilar se disponen a desenmarañar la historia familiar en cruce con los grandes eventos políticos del siglo XX.
Pasiones de fuego, de Anthony Mann
La voz en off de la protagonista, sobre una ominosa queja de Theremin, indica desde el comienzo que el punto de vista de este film será femenino, decisión poco usual en el noir pero muy importante para el tono de este film.
Arrostrando la muerte, de Robert Florey
El tema es puro noir: veterano de guerra con amnesia trata de recuperar su pasado y se mete en una maraña que lo convierte en víctima simultánea del hampa y de la policía.