31.07.2015

El día en que se murió Perón

Por Santiago Loza

El primer recuerdo que tengo es el día en que se murió Perón.

Yo estaba en el patio, apenas había cumplido tres años. Jugaba con un muñeco en forma de perro, peluche marrón oscuro, símil caniche. Tuve a esa mascota durante años… (hasta los siete o más, donde me la quitaron o escondieron, pero esa es otra historia). Fuimos inseparables. Está conmigo en ese, mi primer recuerdo.

Sentados en el patio del fondo, era el invierno y creo que había sol. La siesta probablemente. Había pasto escaso y amarillo.

Mi hermana más grande, Carolina, estaba con su mejor amiga Mariela (que muchos años después se casó con un delincuente, se puso muy gorda y al final padeció un cáncer fulminante).

Ellas jugaban al elástico. Misteriosamente no estaban en clase.

Mi recuerdo es difuso.

Estamos los tres (los cuatro contando mi perro) en ese patio invernal, de provincia seca y desesperanzada. Y mi hermana me cuenta que ha muerto Perón. Creo que ahí descubrí el asombro. No entendía bien de qué se trataba la muerte (tampoco sé si ahora lo comprendo); pero la muerte de Perón me resultaba imposible.

Perón no se muere. Traté a mi hermana de mentirosa, pero ella y su amiga juraron y perjuraron que decían la verdad. Perón había muerto ese día.

No creo que entendiera a mis tres años la importancia histórica de Perón. Dudo saber quién era. Pero, mi primer recuerdo, es peronista.

Es un misterio el por qué la noticia tuvo ese primer impacto. Perón no era querido en mi familia. Era motivo de insulto de padres y abuelos.

A los tres años, intuí que había seres que no morirían nunca. Lo supe con Perón, sin saber de quién se trataba. La muerte de Perón entró a mi parte no consiente. A mi memoria más remota. El primer asombro. La primera noticia de la muerte.