Frida Kahlo
Diego y yo

26/08/22— 07/04/24
Nivel 1

Como parte central de la exposición Tercer ojo. Colección Costantini en Malba, se presenta Diego y yo (1949) de Frida Kahlo (Coyoacán, 1907–1954), obra que marcó el récord para el arte latinoamericano en noviembre de 2021, cuando Eduardo F. Costantini la adquirió para su colección personal. Se trata del último autorretrato de busto pintado por Frida antes de su muerte en 1954, con el rostro de su marido Diego Rivera como un tercer ojo. La obra se exhibe junto a Autorretrato con chango y loro (1942) de la Colección Malba y a un importante conjunto documental –perteneciente a la colección de la crítica de arte y amiga de Frida, Raquel Tibol–, que incluye fotografías, cartas y objetos personales de Frida Kahlo.

“Así como el accidente cambió mi camino, desde entonces mi obsesión fue recomenzar de nuevo pintando las cosas tal y como yo las veía, con mi propio ojo y nada más”. Hija de Matilde Calderón, una mestiza católica, y Guillermo Kahlo, judío alemán, Frida Kahlo tuvo desde pequeña una mirada meticulosa y una inclinación por lo científico. Sin embargo, en 1925, cuando tenía 18 años, sufrió un accidente que marcó su destino. El vehículo en el que viajaba fue embestido por un tren, causándole múltiples fracturas en la columna. En el curso de los años posteriores al accidente le fueron practicadas unas 27 cirugías. Si bien Frida conoció a Diego Rivera en 1922, cuando él realizaba los murales del anfiteatro Bolívar, fue en 1928 que se inició el romance y al año siguiente contrajeron matrimonio. Entre 1930 y 1934 la pintora se instaló en Estados Unidos junto a Diego, cuyos murales tenían gran demanda en las principales ciudades americanas. Allí comenzó a vestirse con largas faldas, blusas bordadas y huipiles, a usar joyas prehispánicas y el pelo recogido al modo tradicional de Tehuantepec. En 1938 André Breton y su mujer, la pintora Jacqueline Lamba, visitaron México y en 1939, por invitación del poeta, Kahlo viajó a París y participó con 17 obras de la exhibición Mexique. Si bien existen claras vinculaciones entre la liberación del inconsciente del surrealismo y la personal poética de Kahlo, ella rechazaba esta adscripción ya que su estilo era preexistente al vínculo con Breton.

Aunque Kahlo se oponía a la religión católica –inculcada a través de su madre–, incorporó elementos de la iconografía cristiana en sus obras y la espiritualidad atravesó su vida y su trabajo. La perspectiva de la muerte en las culturas antiguas mesoamericanas, vinculadas a la concepción cíclica del tiempo y a la continuidad perpetua entre vida y muerte, marcó trascendentalmente su mirada. También pueblan su cosmovisión la cultura egipcia, el hinduismo, el budismo y las doctrinas ocultistas, de donde tomó la representación del tercer ojo (que aparece en Diego y yo). El dualismo aparece frecuentemente en su obra: sin dudas, el binarismo central es el de ella y Diego, que se asocia con dialécticas universales como masculino y femenino, vida y muerte, sol y luna, cuerpo y mente. Muy deteriorada físicamente, Kahlo falleció el 13 de julio de 1954 a causa de una bronconeumonía. En sus 176 pinturas y 82 dibujos, legado insoslayable para el arte latinoamericano, exploró temáticas tabú para la época como la infertilidad, el placer sexual y el complejo vínculo con su esposo. Su visión renovadora y amplia del amor y la sexualidad desafió las limitaciones de género e identidad femeninos poniendo en crisis las coordenadas de la heteronormatividad social. Con el correr de las décadas, su figura se transformó en un icono popular y de los derechos de la mujer y de las comunidades LGBTIQ+.

 

Gigapixel

Ficha técnica
Diego y yo, 1949
Óleo sobre masonite [panel de fibra de madera prensada]
30 x 22,4 cm
Colección Eduardo F. Costantini

Tan extraña como tú

Una caja de madera llega en avión a Buenos Aires. Escuchamos una voz. ¿Proviene de la caja? La carga misteriosa es transportada con sumo cuidado hasta un depósito, donde pasa la noche en soledad. Al día siguiente, el contenido de la caja y la voz se revelan.

 

Autorretrato con chango y loro, 1942

Autorretrato con chango y loro fue realizado a principios de la década de 1940, cuando Frida Kahlo, tras haber adquirido fama internacional mediante exposiciones en Nueva York y París, estaba tratando de acelerar su producción para vivir de la pintura. La obra sigue un formato compositivo estándar empleado en los retratos y autorretratos de comienzos de los años 20: el sujeto, visto de la cintura o el pecho para arriba, ocupa un estrecho espacio entre el plano del cuadro y una pared de vegetación que a veces llega hasta los bordes.

Este autorretrato está ejecutado con pinceladas rigurosamente controladas –excepto en el pelaje y las plumas–, típicas de las pinturas que completó en la cumbre de su carrera. La presentación directa y frontal del personaje sigue un modelo en parte inspirado por los retratos populares del siglo XIX, un tipo que Kahlo y Rivera coleccionaban y exhibían en su casa familiar de Coyoacán, que ambos artistas compartían en ese entonces.

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Frida íntima
Archivo documental

El oficio de su padre fotógrafo le permitió a Frida contar con un profuso archivo de imágenes de su infancia y adolescencia, hecho excepcional para la época. Antes de que la artista se volcara sobre sí en sus autorretratos, estas fotografías la muestran junto a sus hermanas y amistades; entre ellas Isabel Campos, quien más tarde sería su confidente por correspondencia durante las estancias de la artista fuera de México. Muchas de las imágenes de la primera vitrina en la exposición fueron capturadas en la casa donde Frida nació, en Coyoacán, que posteriormente ella y Diego Rivera transformaron en “La Casa Azul” con ayuda de Juan O’Gorman, arquitecto y artista amigo de la pareja. Era también en esta casa donde Frida impartía sus lecciones de pintura.

El profundo interés de Kahlo y Rivera por las culturas prehispánicas y las tradiciones populares mexicanas se hace evidente en su extensa práctica coleccionista, que incluye tanto piezas precolombinas como artesanías y objetos típicos mexicanos. Dentro de este conjunto se destaca la predilección de Frida por los Judas del Sábado de Gloria. Algunas de estas figuras realizadas en papel maché por la artesana Carmen Caballero rodeaban su cama del Hospital Inglés, donde en 1950 debió someterse a siete intervenciones de columna. A pesar de que su salud se debilitaba y la obligaba a guardar reposo, Frida continuó pintando hasta sus últimos días. En abril de 1953, poco antes de que amputaran su pierna derecha, pudo asistir a su primera exposición individual en México, en la galería de su amiga Lola Álvarez Bravo. Su última aparición pública fue en 1954, en una manifestación contra la destitución del gobierno democrático en Guatemala.

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A cargo del equipo de Educación
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