Diario
Literatura

Morir en un país que apenas se conoce a sí mismo
Por Minae Mizumura

Para una niña japonesa que nació justo después de que terminara la ocupación americana, nada era más sencillo de entender que la historia de su país. Olvídense de los detalles. Todo lo que tenía que saber era que el pasado de su país estaba dividido en dos períodos, el bueno y el malo, o, antes de la Guerra y después de la Guerra. Le contaron que las cosas habían sido terribles en su país antes de la Guerra. Naturalmente, la Guerra en sí había sido terrible. Y su pueblo también se había comportado de forma terrible, tan terrible que de hecho merecían lo que obtuvieron, incluyendo el Little boy en Hiroshima y el Fat man en Nagasaki que afortunadamente habían puesto fin a toda esa locura. Estaba agradecida de haber nacido después de la Guerra, sabiendo que los días oscuros –los días negros– habían terminado y que de allí en más todo iría cada vez mejor. “Feudal” es la palabra que aprendieron los adultos para desdeñar cada uno de los vestigios de su pasado, el país entero le daba la despedida a la “feudal” esto y el “feudal” aquello... Un bowl de arroz era considerado feudal, y debía ser reemplazado por brillantes rebanadas de pan blanco que como todos sabían, te volvía más inteligente. Los budines de arvejas eran feudales, mejor reemplazarlos por cremosas y esponjosas tortas que como todos sabían te hacían más fuerte. Los vendedores de Tofu debían desaparecer porque había que comer bistec. El futon debía ser reemplazado por la cama. El kimono por los pantalones y los vestidos. Los caracteres chinos debían ser reemplazados por signos fonéticos. Tal vez en una década o dos, los japoneses alcanzaríamos a ser tan inteligentes como los Americanos.

Este agosto se cumplen 70 años del ingreso de Japón a este dichoso estadío histórico. Setenta años es mucho tiempo. La niña que nació después de la Guerra es ahora una mujer aproximándose al invierno de su vida. Sin sorpresa, ella, como otras personas en su país, está finalmente comenzando a comprender que algo terriblemente ominoso estaba ocurriendo mientras ellos se deshacían alegramente de su pasado. Y ahora, claro, es demasiado tarde. Fueron arrastrados a un país que apenas se conoce a sí mismo, un país que apenas tiene historia. Qué triste es que sea este saber el que ella deba llevar a la sepultura.

Minae Mizumura 

Nació en Tokio, Japón en 1951. A los doce años se mudó con su familia a Nueva York y estudió literatura francesa en la Universidad Yale. Cuando terminó su carrera, se instaló nuevamente en Japón y se dedicó a escribir ficción. Una novela real es su primera novela editada en castellano. Fue publicada originalmente en Japón en 2002 y recibió el premio Yomiuri, uno de los mayores reconocimientos literarios de Japón, otorgado anteriormente a Kenzaburo Oé y a Yukio Mishima.

Me lo llevaré a la sepultura es una colección de historias que responde a una convocatoria a escritores de diversas generaciones realizada en el marco de la exhibición Memorias imborrables, a partir de una consigna simple: evocar un acontecimiento histórico (de pequeña o gran envergadura) del que hayan sido protagonistas.