Richard Prince. Second Place, 2003.

Richard Prince es un apasionado por los autos, los colecciona y utiliza en sus obras. En 1988, comenzó a trabajar en la serie Hoods, en la que utiliza capós de automóviles estadounidenses como soporte. El artista encargaba este material por correo electrónico, a través de revistas que ofrecían reproducciones en fibra de vidrio de los capós de automóviles clásicos. Su tratamiento pictórico de esas carrocerías puede interpretarse como un tributo a la subcultura norteamericana surgida en torno de los llamados muscle cars, los autos que habían sido modificados para correr carreras y picadas. En general, estos autos estaban pintados de colores específicos: gris, naranja, amarillo o negro. 

Como sostiene la teorica Charissa N. Terranova, “el automóvil es un objeto que sirve como un sustituto de las conexiones cara a cara entre las persona. En los Estados Unidos, probablemente sea la mercancía popular más poderosa, y en cuanto tal es donde, junto a la publicidad, las relaciones sociales –las identidades, la vida urbana, las utilidades básicas– se plasman. El auto es un signo elaborado de la economía política norteamericana”. 

Los capós de la serie Second Place (2003) están vinculados a otra obra que Prince llamó Second House. Como lo sugiere el título, se trata de una casa, localizada al norte de la ciudad de Nueva York. La casa es una obra en sí misma, pero también contiene obras de arte en su interior. Es pequeña, bastante rústica y no está bien calefaccionada. Los capós hechos para esta casa se adecúan al ambiente severo de los helados inviernos neoyorquinos, y tienen la apariencia de estar inacabados. Las pinceladas irregulares están hechas con Bondo, un material que se utiliza con frecuencia en los talleres mecánicos. Uno de los capós está colocado sobre un cubo, lo cual evoca al arte minimalista. El título hace referencia a sitios específicos que vinculan las obras tanto a las experiencias vitales de Prince como a una cultura en la que el automóvil ocupa un lugar importante y tiene un poderoso valor simbólico.

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