05.09.2019

Notas sobre la novela antigua

Por Mariano Dupont

La novela es el primer género escrito, fruto de una época libresca, en la que hasta la religión se iba a fijar en libros dogmáticos. Género tardío, posterior a la épica y a la tragedia [el período creador de la tragedia se limita a la escena de la democracia ateniense del siglo V aC, con unas condiciones histórico-políticas que la hacen irrepetible], que aparece en el siglo II aC y persiste hasta el III dC (cinco siglos). ... Seguir leyendo


25.01.2019

Sobre Un hombre enamorado, de Karl Ove Knausgård

Por Juan José Becerra

No nos dejemos impresionar de antemano por la figura de Karl Ove Knausgård, que se ha ganado rápidamente el consenso de las capitales de la cultura por las 3500 páginas de Mi lucha –la misma cantidad que En busca del tiempo perdido, y menos de la mitad de las que tiene la obra de César Aira– y hoy The New Yorker premia su descomunal éxito alquilándole un auto para que nos cuente qué cosas noruegas ve un noruego en las banquinas de los Estados Unidos de América. ... Seguir leyendo


22.01.2019

Sagas contemporáneas

Por Márgara Averbach
Cuentos de Terramar, película del Studio Ghibli basada en las novelas de Ursula K. Le Guin.

Hay algo adictivo en las sagas, como lo hay en las series de televisión o de cine, y tiene que ver con volver una y otra y otra vez a un mundo que por alguna razón nos fascinó, sentir que uno lo va entendiendo de a poco, que lo escucha hablar. A mí me pasó con ciertas series, esas series que nos emocionan cuando vuelven en la siguiente temporada, después de un año, casi como un reencuentro con un amigo querido y ausente. Los mundos inventados que se construyen tanto con imágenes como con palabras necesitan tiempo para volverse sólidos, para entenderse a ellos mismos. A veces, una sola película, un solo libro no son suficientes. Supongo que fue por eso que una mañana, en una escuela, los chicos me pidieron una segunda parte para un libro que les había gustado mucho. ... Seguir leyendo


13.12.2018

Vigencia de Shakespeare

Por Carlos Gamerro

¿Cuál será la razón de la incomparable vigencia de Shakespeare, de la vitalidad que sus obras siguen manifestando, en casi todas las naciones del mundo, cuatrocientos años después de haber sido escritas? Homero, los trágicos griegos, Cervantes, Dante tal vez, le pisan los talones; Virgilio, Goethe, Molière, Jane Austen, Melville, Tolstoy y muchos otros lo siguen con la lengua afuera. Las respuestas que uno dé, o escuche, podrán ser muy disímiles; pero indefectiblemente aparecerán palabras como ‘universalidad’, ‘atemporalidad’ o ‘genio’ (que, como su palabra hermana, ‘loco’, suele ser un inestimable comodín para catalogar todo aquello que no podemos explicar). En lo que sigue, apenas me aventuraré a señalar algunas características de la obra shakesperiana que apuntalan su proteica ubicuidad, intentando en lo posible prescindir de estos ya algo bastardeados términos. ... Seguir leyendo


14.09.2018

Walter Benjamin: materialismo y teología

Por Mariana Dimópulos

El Renacimiento imaginó una tripartición del pasado en historia de la naturaleza, historia del mundo e historia divina; hoy se habla de una historia cósmica, de una historia de la Tierra y una historia de la vida humana que se reparten diversamente, a diferencia del esquema renacentista, su prioridad una sobre las otras. Puestos a pensar la tarea actual sobre el saber del pasado, sus teóricos encuentran diversas fases: la reunión de documentos, las explicaciones, la exposición. ... Seguir leyendo


07.08.2017

Carnadas

Por Fiorella Talamo y Fernanda Alarcón
Antonio Berni. Chelsea Hotel, 1977.

Las escenas son similares: dos cuerpos femeninos esculturales, una cortina, una ventana que deja ver la ciudad. Dos rubias imponentes que desatan una desbordante cadena de miradas. ¿Qué las diferencia? Una es una obra de colección del museo, el Chelsea Hotel de Antonio Berni (1977), la otra, se ve en la pantalla de la televisión o el cine, en el film Encarnación de Anahí Berneri (2007). ... Seguir leyendo


El seminario Formas de leer a Proust 2. Guermantes / Sodoma y Gomorra, a cargo de Walter Romero, comienza el lunes 8 de mayo. 


11.04.2017

Sobre Goethe

Por Marcelo G. Burello

Para la historia del concepto de autonomía del arte –como para tantas otras ideas fundantes del arte moderno– es imposible determinar la posición exacta de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832). Su ubicuidad y su desubicación siempre fueron igual de proverbiales, y ya sus contemporáneos tuvieron notorias dificultades para encasillarlo y categorizarlo (excepción hecha de Schiller, que a tal efecto elaboró la bella taxonomía de poetas sentimentales e ingenuos). ... Seguir leyendo


19.12.2016

Burroughs para argentinos

Por Carlos Gamerro

Si hasta la primera mitad del siglo XX el gran profeta de los horrores por venir fue indudablemente Franz Kafka, en la segunda mitad –y en lo que va del XXI– tal dignidad corresponde sin lugar a dudas a William Burroughs. Nuestro mundo se ha vuelto cada vez más burroughsiano, y posiblemente sea por eso que su obra puede hoy ser leída con mayor facilidad por los jóvenes (letrados o no) que por muchos adultos “cultos”. ... Seguir leyendo


La primera tentación fue llamar “taller” a estos encuentros titulados Ficciones Alteradas. Taller, porque pensé siempre en el montaje y desmontaje de estrategias de escritura, en algo más práctico que teórico. Mi objetivo es poner a disposición de los asistentes recursos para la lectura y la escritura, una suerte de obrador minucioso. Si terminé inclinándome por la figura del “seminario”, es para disipar ciertas confusiones, ya que no habrá consignas de trabajo, y su materia no será analizar y elaborar los textos de los participantes. Hecha la aclaración, confieso que sigo concibiendo este seminario como un taller, como un gabinete de vivisección de las formas y de las decisiones que pusieron en marcha estrategias literarias recientes, astucias y tácticas que se me antojan indispensables.

¿Por qué Ficciones Alteradas? Hasta no hace mucho era muy claro saber qué queríamos decir cuando nos referíamos a ficción. Tan claro que hasta se bautizó como “non-fiction” a ese género que utiliza elementos de la narrativa literaria (cuento, novela) para volver a poner en escena, de modo crítico, relatos que están lejos de ser pura imaginación, habitualmente circunscriptos a la crónica periodística o al discurso historiográfico. La creciente impresión es que, con el inevitable y agresivo avance de los medios digitales de información, la ficción se encuentra re-distribuida, ocupando nuevos espacios y redefiniendo los límites.

¿Qué hacer, cómo actuar en este escenario? ¿Cómo sobrevivir literariamente en estos nuevos mapas? ¿Cómo reutilizar las posibilidades de las formas ya tradicionales (novela, cuento, ensayo) en una época en la que, frenéticamente, se escriben mails, mensajes de texto, tweets, entradas en blogs y en redes sociales?

Hace poco más de un año publiqué un artículo sobre lo real en tiempos de internet. Ya por entonces tenía en mente la necesidad de un análisis práctico de los horizontes y los desafíos literarios que la actual coyuntura descubre, minuto a minuto.

Hoy, no sólo vuelvo a citar una vez más a William Gibson (“el futuro ya está aquí, lo que ocurre es que no ha sido equitativamente distribuido”) sino que, además, estoy convencido de que es hora de mirar esos nuevos mapas más de cerca.

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El seminario Ficciones alteradas. El campo de pruebas de los relatos expandidos, a cargo de Rafael Cippolini, tendrá lugar los jueves 19, 26 de febrero, 5 y 12 de marzo de 18:30 a 20:30.

 


El curso de Jose María Brindisi Todo relato es policial parte de la idea, ya clásica, de que todo relato propone ir detrás de un enigma y se propone brindar elementos para pensar la propia escritura. Aquí tres de esos enigmas planteados en textos de autores clásicos del siglo XX, que serán analizados durante las clases.   

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“A la una de la madrugada Carl, el portero nocturno, apagó la última de las tres lámparas de mesa en el hall principal del Hotel Windermere. La alfombra azul se oscureció un poco y las paredes se perdieron en la lejanía. Los sillones seguían ocupados por borrosos parroquianos. En los rincones había recuerdos como telarañas.
Tony Reseck bostezó. Movió la cabeza a un costado y escuchó la música frágil y gorjeada de la sala de radio tras una penumbrosa arcada en el extremo opuesto del hall. Hizo una mueca. Después de la una de la madrugada esa era su sala de radio. No tenía que haber nadie en ella. La pelirroja le estaba arruinando las noches.”

Raymond Chandler, Estaré esperando

“Renata, con su vestido nuevo, permaneció de perfil frente al espejo y volteó el cuello para mirarse el trasero, pues era un espejo grande que le alcanzaba para verse de cuerpo entero. Cuando me puse el saco, no sé ni cómo me vio, ya que cuando se miraba al espejo no veía nada más, sin embargo preguntó ¿vas a salir a trabajar a esta hora?
Mi negocio es vender seguros, lo sabes, no tengo horario, respondí.
Preferiría que lo tuvieras, son las cinco de la tarde, no sé a qué hora regresarás y ya sé que no vamos a salir esta noche, y además ¿de qué me sirve comprar ropa nueva si no salgo con ella?
Disculpa, pero tengo que ganar dinero.
Tú no has ganado mucho últimamente.”

Rubem Fonseca, El vendedor de seguros

“Era la hora de almorzar y todos estaban sentados bajo el doble toldo verde de la tienda de campaña que servía de comedor, pretendiendo que nada había sucedido.- ¿Quiere jugo de lima o limonada? –preguntó Macomber.
- Lima con ginebra –le contestó Robert Wilson.
- Para mí también. Necesito algo fuerte –dijo la esposa de Macomber.
- Supongo que está bien –concedió Macomber-. Dígale que prepare tres limas con ginebra.
El mozo ya había empezado a prepararlos, sacando las botellas de las bolsas refrigerantes de lona bañadas en sudor, en el viento que soplaba a través de los árboles que hacían sombra a las tiendas.
- ¿Cuánto debería darles? –preguntó Macomber.
- Una libra será suficiente –le dijo Wilson-. No querrá malacostumbrarlos.
- ¿El jefe lo repartirá?
- Absolutamente.
Media hora antes, Francis Macomber había sido llevado en triunfo hasta su tienda desde el borde del campamento en los hombros y los brazos del cocinero, los ayudantes, el desollador y los cargadores. Los porteadores de armas no habían tomado parte en la celebración. Cuando los nativos lo bajaron a la entrada de su tienda, les estrechó las manos a todos, recibió sus felicitaciones y luego entró en la tienda y se sentó en la cama hasta que entró su esposa. Ella no le habló al entrar y él salió inmediatamente para lavarse la cara y las manos en el lavatorio portátil que estaba afuera y luego se dirigió a la tienda de campaña que servía de comedor para sentarse en una confortable silla de lona en la brisa y la sombra.
- Ya tiene su león –le dijo Robert Wilson-. Y uno condenadamente bueno, además.”

Ernest Hemingway, La breve vida feliz de Francis Macomber


A modo de adelanto del curso La atracción del abismo: Novalis, Baudelaire, Rimbaud, Artaud, que comienza el miércoles 7 de enero, reproducimos aquí un capítulo del libro La literatura y el mal, de Georges Bataille. Allí, dice el pensador francés:

Baudelaire, indudablemente no tuvo nada de radical -le acuciaba el deseo de no tener lo imposible como destino, de volver a caer en gracia- pero, como Sartre ayuda a comprender, sacó de lo vano de su esfuerzo lo que otros extraerían de la rebeldía. La idea es atinada: no tiene voluntad, pero a pesar suyo una atracción le mueve. La negación de Charles Baudelaire es la negación más profunda, ya que no es en ningún momento la afirmación de un principio opuesto. Expresa solamente el estado de ánimo bloqueado del poeta, lo expresa en lo que tiene de indefendible, de imposible. El Mal, que fascina al poeta en medida mucho mayor de lo que a él se entrega, es indudablemente el Mal, puesto que la voluntad, que no puede querer más que el Bien, no participa para nada en ello. Además apenas importa al fin y al cabo que se trate del Mal: como lo contrario de la voluntad es la fascinación y la fascinación es la ruina de la voluntad, condenar moralmente la conducta fascinada es quizá, durante un cierto tiempo, el único medio de liberar plenamente la voluntad.

Las religiones, las castas y recientemente el romanticismo también concedían su importancia a la seducción, pero la seducción entonces obraba con astucia, obtenía el asentimiento de una voluntad a su vez a la astucia. De este modo la poesía, que se dirige a la sensibilidad para seducirla, debía limitar los objetos de seducción que proponía sólo a los que la voluntad podía asumir (la voluntad consciente, que necesariamente plantea condiciones, que exige la duración, la satisfacción). La poesía antigua limita esa libertad que lleva aparejada la poesía. Baudelaire abrió en la masa tumultuosa de estas aguas la depresión de una poesía maldita que ya no asumía nada y que sufría sin defensa una fascinación incapaz de satisfacer, una fascinación que destruía. De este modo la poesía se desprendía de las exigencias que la venían desde fuera, las exigencias de la voluntad, para responder a una sola exigencia íntima, que la vinculaba a lo que fascina, que hacía de ella lo contrario de la voluntad. Hay algo más que la elección de un individuo débil, en esta determinación mayor de la poesía. No nos importa el que una tendencia personal, que afecta a la responsabilidad, pueda arrojar mayor o menor luz sobre las circuns- tancias de la vida del poeta. El sentido que para nosotros tiene Las Flores del Mal, es decir, el sentido de Baudelaire, es resultado de nuestro interés por la poesía. Ignoraríamos todo lo referente a ese destino individual, si no mediara el interés que pueden suscitar los poemas. Por eso no podemos hablar de él sino en la medida en que le ilumina nuestro amor por Las Flores del Mal (no aisladamente sino unidas al conjunto en que se incluyen). Desde esta perspectiva, la singular actitud del poeta hacia la moral es la que explica la ruptura que realiza: la negación del Bien en Baudelaire es, de modo fundamental, una negación de la primacía del mañana: la afirmación, mantenida simultáneamente, del Bien, participa de un sentimiento maduro (que a veces le guiaba en su reflexión sobre el erotismo): le revelaba regularmente y desgraciadamente (de una forma maldita) la paradoja del instante - al que sólo alcanzamos cuando le rehuimos, que desaparece si intentamos apresarle. 

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