El curso Cortázar vs Borges: una pelea de fondo. Breve historia de la literatura argentina del siglo XX en cuatro rounds, a cargo de Juan José Becerra, tendrá lugar los miércoles 18, 25 de enero, 1 y 8 de febrero de 18:30 a 20:30. La inscripción ya se encuentra abierta. 


Recordamos el centenario del nacimiento de Julio Cortázar (26 de agosto de 1914 - 12 de febrero de 1984), con un fragmento de una carta al poeta y pintor Eduardo Jonquières, con quien lo unió una gran amistad y una pasión compartida por el arte:

“Hablando de pintura, mis altas funciones, loado sea el Cordero, me impiden ir a los museos como quisiera. Glope y yo hicimos una larguísima visita al Louvre, y pasamos otra vez revista a la colección egipcia. Fuimos luego a ver una muestra de 50 años de pintura y grabado de los Estados Unidos. Los pintores no me entusiasmaron mucho, aunque el famoso cuadro de Jackson Pollock es realmente extraordinario. Supongo que sabes a cual me refiero: una enorme tela, sobre la cual Pollock fue tirando la pintura a chorros (pero a chorros muy bien dirigidos, eso se ve en seguida) hasta conseguir una especie de jungla de colores, en la cual los ojos se van de paseo y tardan horas en volver. Tras el desorden y el azar aparentes, hay un artista administrando las casualidades. ¿Qué otro cosa hizo el Pajarito Mandón cuando creo este mundo?”

-Carta a Eduardo Jonquières, 29 de abril de 1955.

Foto: Julio Cortázar por Mario Muchnik en 1983.


A principios de noviembre de 1983 aparece, en una doble versión simultánea, Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella en español en la editorial Muchnik y en francés por Gallimard. El libro relata las peripecias del itinerario que Julio Cortázar y su esposa Carol Dunlop llevaron a cabo entre París y Marsella desde el 23 de mayo hasta el 23 de junio de 1982, deteniéndose diariamente en dos de los sesenta y cinco paraderos que se emplazan a lo largo de la autopista.

Los autonautas de la cosmopista se presenta a la mirada lectora como un vasto collage en el que se articulan textos verbales, que participan de diversos géneros discursivos y literarios, con fotografías, dibujos, un recorte de periódico y la reproducción facsimilar de dos tickets de peaje. Los autonautas de la cosmopista es el último libro que publica Cortázar en vida. Puesto en relación con el conjunto de su obra, no integra el grupo de aquellos textos a los que la crítica ha valorado significativamente pero, desde otra perspectiva, en cambio, aparece como un atractivo objeto de estudio porque reúne un notable repertorio de procedimientos, operaciones y motivos que permiten una aproximación privilegiada a la poética cortazariana.

En una carta a Laure Guille-Bataillon del 9 de agosto de de 1981 Cortázar la pone al corriente de la inminencia del comienzo de la expedición:

"Volveremos a París el 1º de setiembre, y llegaremos el de octubre. Sí, has leído bien. Treinta y dos días de viaje. Es nuestro secreto, pero nos gusta que ustedes lo compartan. Hemos decidido recorrer la autopista Marsella-París deteniéndonos a razón de 2 parkings por día (…) La idea parece loca y estúpida, pero nosotros nos encanta pensar que durante un mes nadie sabrá dónde estamos y, entre tanto, leeremos y escribiremos aprovechando las instalaciones de Fafner (debidamente equipado para tan duro “safari”: heladera a butano, una pequeña maravilla, sillones plegables y confortables, etc.). Nuestro plan es divertirnos escribiendo un libro en colaboración, que luego cada uno traducirá al español y al francés respectivamente, y que podrá llamarse, por ejemplo, Marseille-Paris par petits parkings. Será un almanaque más, con todo lo que se nos ocurra poner dentro, pero además será muy científico, si señora: informes sobre parkings, fotografía documentales, algo así como una crónica de exploradores polares".

Texto de Roberto Ferro.

El curso Los otros libros de Julio Cortázar: para ver y leer comienza el jueves 14 de agosto. 

 


El escritor y crítico literario Roberto Ferro responde dos preguntas sobre algunos de los temas que va a abordar en el curso Los otros libros de Julio Cortázar: para ver y leer que comienza el jueves 14 de agosto. 

-¿En qué sentido la obra de Julio Cortazar puede entenderse como un collage?

Desde la aparición de Rayuela, Cortázar ha recurrido en varias oportunidades a esa modalidad de composición de las páginas, como en sus libros almanaques La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round (1969), en los que el collage es el procedimiento dominante de disposición de los diversos componentes textuales. Asimismo, son frecuentes, desde ese período, los volúmenes en los que hay un diálogo intenso entre imágenes y textos verbales; dan cuenta de esa preferencia, entre otros: en Prosa del observatorio (1972) se incluyen imágenes fotográficas tomadas por el escritor; en Monsieur Lautrec (1980) los textos de Cortázar se disponen junto con dibujos y pinturas de Hermenegildo Sabat; en Alto el Perú (1984) alternan con fotografías de Manja Offerhaus. El collage también traspone e integra la reproducción de recortes periodísticos que se compaginan con el relato novelesco en Libro de Manuel (1973). Y todo esto se consuma en Los autonautas de la cosmopista escrito con Carol Dunlop, el último libro que publicó en vida.

Los procedimientos de composición en forma de collages en la obra de Julio Cortázar integran en yuxtaposiciones la heterogeneidad de los materiales y de los lenguajes y géneros que dislocan toda ilusión de unidad preestablecida, formulando, desde otra perspectiva, una crítica a la homogeneidad uniforme y poniendo de manifiesto en la espacialidad de las páginas un campo de tensiones de recortes y fragmentos entre los que se producen pasajes de doble circulación.

La heterogeneidad del collage -que cada configuración compone de acuerdo con los materiales que lo integran y el diseño que los reúne- en las textualidades cortazarianas se presenta a la lectura como una provocación para producir significación que no podría ser ni unívoca ni inalterable. Cada elemento citado rompe con la continuidad o la linealidad del discurso y lleva necesariamente a un doble circuito de lectura: la del fragmento percibido en relación con el texto del que procede y la del mismo fragmento incorporado a un nuevo conjunto, a una totalidad diferente. La operatividad del collage consiste asimismo en no cancelar nunca por completo la alteridad de estos elementos reunidos en una composición espacio-temporal. Así el arte del collage demuestra ser una de las estrategias más eficaces para cuestionar las ilusiones de representación realista.

-¿En qué puntos se contactan las obras de Cortazar y Julio Le Parc?

Hemos elegido una cita de Julio Le Parc en el programa del curso que daré en agosto, porque es un síntesis apropiada para dar cuenta de las relaciones que se pueden establecer entre sus obras:

“Las experiencias con la luz y el movimiento se relacionan directamente con la idea de alejarme de la obra fija, estable y definitiva. El espectador se encuentra rodeado o delante del desarrollo de una multitud de cambios, acentuándose el soporte uniforme de los elementos y formas, sin distraer la inestabilidad puesta en evidencia. Percibe así una parte de los cambios lo que le basta para tomar el sentido total de la experiencia”.

En esa cita hay resonancias de lo que había dicho anteriormente del collage; además el movimiento es una búsqueda compartida por Le Parc y Cortázar, movimiento que no solo supone la interacción de las diversas partes de sus textualidades, sino movimiento en relación con la actividad de lectores y espectadores. Luego en ambos hay una impronta vanguardista vinculada a la máquina y al juego.

Tanto el juego como la máquina están íntimamente ligados a la obra de Cortázar; el primer caso, en los títulos de algunos de sus textos Rayuela, Final del juego, incluso en las sucesivas ediciones de sus cuentos completos una de las secciones la ha llamado “Juegos”. En cuanto a la máquina, el mecano, metáfora de la que se sirve en Rayuela, es una especie de condensación del juego y los dispositivos mecánicos; 62. Modelo para armar alude a la lectura concebida como un juego, una especie de desafío en el que el lector debe armar las diversas partes para se desplieguen los múltiples recorridos de lectura. En La vuelta al día en ochenta mundos hay un artículo, “De otra máquina célibe”, donde afirma se alude a la circunstancia de que Marcel Duchamps estuvo en Buenos Aires:

Y luego, refiere que en Buenos Aires Juan Esteban Facio inventa “El Rayuel-o-matic”, que es un dispositivo maquínico para leer Rayuela. En Duchamp, en Roussel, en Facio y, por supuesto en Cortázar, se apunta a la incorporación del movimiento al texto.

En la exposición Le Parc Lumière estos dos rasgos, el de la composición maquínica y el de juego, se ponen de manifiesto incluso en el recorrido que los visitantes hacen para seguir la muestra.

Los dos Julio ponen en acto en sus obras la inquietud por la innovación y la búsqueda incesante, rasgos propios de la vanguardia.


El jueves 14 de agosto comienzan dos cursos en el marco de la exposición Le Parc Lumière

Movimiento/Participación: Julio Le Parc en contexto aborda algunos aspectos del contexto en el que se encuentra inserta la producción de Julio Le Parc: la situación político-social argentina de las décadas del 50 y 60, sus vínculos con el arte argentino, su estadía en París y las relaciones entre el arte óptico-cinético y la ciencia. El curso está a cargo de los profesores José Zanca, María José Herrera, Isabel Plante y Daniel Fraiman Borrazás.

Los otros libros de Julio Cortázar: para ver y leer, organizado por Malba Literatura, se ocupa de analizar algunos libros no tan transitados de Cortazar, resaltando el hecho de que entre los dos Julios hay una serie de simetrías que los sitúan en el mismo movimiento artístico: más allá de algunas coincidencias como la época en que desarrollaron sus obras y el haberse radicado en París, ambos inscriben sus proyectos en la neo-vanguardia, pero básicamente, lo que los vincula íntimamente es el gesto lúdico de sus proyectos.