VI Sesión en el Parlamento. MALBA, 30 de mayo de 2015."> VI Sesión en el Parlamento | Malba
06.06.2015

VI Sesión en el Parlamento

Por Jorge Valdez Rojas
Osías Yanov. VI Sesión en el Parlamento. Registro de performance.

Quisiera compartir con ustedes lo que percibo de la performance de Osías Yanov. En primer lugar salta a la vista que las figuras no tienen rostro. Han sido despojadas de aquello que identifica al individuo, para ir a buscar en profundidad nuestra materia más originaria, nuestro cuerpo en estado puro. El rostro habla por nosotros, dice al otro cómo somos, cómo estamos pensando. Sin él, nuestro espíritu se sustrae, desaparece. El rostro es mucho más que una envoltura exterior al que siente, al que habla o al que piensa: el rostro es un mapa de nosotros mismos. El rostro es una superficie: rasgos, líneas, arrugas, rostro alargado, cuadrado, triangular.

Nos preguntamos por qué Yanov ha despojado a sus figuras de todo esto. El filósofo francés Gilles Deleuze diría que “El lenguaje quedaría indeterminado si el eventual oyente no guiase sus opciones por el rostro del que habla ([uno piensa] “mmmm, parece enojado..” “no ha podido decir esto...” “mírame a la cara cuando te hablo...” “mírame bien...”). Un niño, una mujer, una madre de familia, un hombre, un padre, un jefe, un profesor, un policía, no hablan una lengua en general, hablan una lengua cuyos rasgos significantes se ajustan a los rasgos de rostridad específicos. Los rostros son, en principio, individuales, definen zonas de frecuencia o de probabilidad, delimitan un campo que neutraliza de antemano las expresiones y conexiones rebeldes, [para dar paso] a las significaciones dominantes.”

En otras palabras, el rostro de quién tenemos enfrente nos sirve de hoja de ruta para orientar nuestro diálogo; pero más profundamente el diálogo va a estar delimitado por lo que el rostro marca. Deleuze llama “significaciones dominantes” a lo que uno, sin pensar demasiado, automáticamente encierra en el rostro que tenemos a la vista, excluyendo toda comprensión por fuera de lo que está establecido, de lo normal, de lo acostumbrado.

Pues bien, contra esto reaccionan las figuras de Yanov,  todas iguales, mismo color, misma textura, mismo no-rostro. Cuerpos sin alma, caras sin rostro. Cuerpos en estado puro. Yanov intenta mostrarnos qué pasa en los cuerpos cuando están despojados del espíritu, Entran en el dominio de las fuerzas que actúan sobre ellos, produciendo movimientos y resistencias. Dinámica y estática están combinadas en esta performance sobre cuerpos que son eso: cuerpos.

Veamos la figura del octógono metálico enmarcando el cuerpo que forma un arco dentro de él (foto). El cuerpo no está sometido a ninguna influencia de la mente ni del alma, sino sólo a las fuerzas que gravitan sobre él, que lo traccionan para abajo; pero también aparecen fuerzas desde arriba que pujan por hundir su cabeza y su torso, sostenidos por las extremidades en un equilibrio meta-estable, es decir, en un equilibrio que va cambiando de forma de manera continua. Me dirán ustedes, “¡pero no! ¡Está totalmente quieto, perfectamente recto!” Es cierto si lo miramos desde lejos. Pero si nos pudiésemos acercar lo necesario, veríamos los músculos todo el tiempo con pequeñísimos temblores, adaptándose continuamente a nuevos equilibrios.

Toda fuerza genera una resistencia que se le opone, lo aprendimos en el secundario. Los movimientos y las figuras de Yanov nos muestran en vivo ese equilibrio meta-estable, donde luchan fuerzas opuestas: las del cuerpo por permanecer estable ya sea estático o en movimiento, y las fuerzas de la gravedad que intentan destruir todo y, si por ellas fueran, todo quedaría en el piso aplanado y en un equilibrio ahora sí estable: energía potencial igual a cero, cuerpos sin energía, cuerpos muertos. Mientras haya fuerzas resistiendo, habrá vida. La performance de Yanov nos muestra la vida en tanto que vida, si llamamos vida a esa energía impersonal que atraviesa sus cuerpos, desplegada en sus repeticiones sordas, en sus danzas, en sus posturas estáticas y dinámicas, siempre meta-estables.

Deleuze diría que: “Incluso humana, la cabeza no es forzosamente un rostro. El rostro sólo se produce cuando la cabeza deja de formar parte del cuerpo, cuando deja de estar codificada por el cuerpo, cuando deja de tener un código corporal polívoco multidimensional –cuando el cuerpo, incluida la cabeza, está descodificado y debe ser sobrecodificado por algo que llamaremos Rostro-. Pero la operación no acaba allí: la cabeza y sus elementos no serán rostrificados sin que la totalidad del cuerpo no pueda serlo, en un proceso inevitable. La boca y la nariz, y sobre todo los ojos, no devienen una superficie agujereada sin arrastrar a los demás volúmenes y a todas las cavidades del cuerpo...La mano, el seno, el vientre, el pene y la vagina, la nalga, la pierna y el pie serán rostrificados.”

Dicho de otro modo, la performance de Yanov nos recuerda nuestro presente humano, donde necesariamente el cuerpo es dotado de un rostro, mediante una operación que él llama de “Rostrificación”, es decir, donde se nos graban los códigos dominantes que nos permiten vivir la vida tal como la vivimos. El ideal deleuziano es lograr alcanzar ese cuerpo liso como las figuras de Yanov, materia en estado puro, para, a partir de allí, lanzarse a la creación de nuevas formas de vida. Ese cuerpo liso que llama Cuerpo Sin Órganos, concepto que los invito a explorar y que el filósofo tomó de Antonin Artaud. Baruch de Spinoza nos enseñó, ya en el siglo XVII, que “nadie sabe lo que puede un cuerpo”, abriendo de este modo las inquietudes filosóficas a los estudios sobre el cuerpo.

Hoy, aquí, en el MALBA, la propuesta de Yanov nos lleva a soltar lo que nos identifica, lo que nos individualiza en el mundo en el que vivimos, para invitarnos a explorar nuestro cuerpo en estado puro, despojándonos de aquello que nos sujeta permanentemente, sin que nos demos cuenta, que nos limita en forma automática y que nos condiciona a aceptarnos tal como hemos sido moldeados, sujetos del mundo, ese mundo que desde siempre rebajó al cuerpo a su condición servil, a su condición de materia a la que el alma le da su forma. Yanov sospecha que hay otro mundo en ese mundo que vale la pena explorar, para alcanzar aquello que nos enseñó Spinoza: a saber lo que nuestro cuerpo puede, hasta dónde puede llegar, cuáles son sus potencialidades, y romper con las sujeciones que la cultura nos impone para liberar sus fuerzas en estado puro. Ese será nuestro propio cuerpo descubierto, al descubierto. En nombre de la vida se inician procesos de resistencia, el sólo hecho de vivir genera derechos que la disciplina sobre nuestros cuerpos siempre ha querido controlar, mientras que lo que aquí se nos propone es, justamente, explotar las potencias de creación en cada uno de nosotros. El experimento de Osías Yanov es un experimento de lo vivo en lo humano. 

Texto leído durante la presentación del libro VI Sesión en el Parlamento. MALBA, 30 de mayo de 2015.

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