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Pequeño Manual Antirracista: Introducción
Por Djamila Ribeiro

Cuando era niña me enseñaron que la población negra en Brasil había sido esclava y punto, como si no hubiese existido una vida anterior en las regiones de donde esas personas fueron arrancadas a la fuerza. Me dijeron que la población negra era pasiva y que “aceptó” la esclavitud sin resistencia. También me contaron que la princesa Isabel había sido su gran redentora. No obstante, esta fue la historia contada desde el punto de vista de lxs vencedorxs, como dice Walter Benjamin. Lo que no me contaron es que el Quilombo dos Palmares, en la Serra da Barriga, en Alagoas, resistió por más de un siglo, y que se organizaron varios levantamientos como formas de resistencia a la esclavitud, como la Revuelta de los Malês y la Revuelta de la Chibata. Con el tiempo entendí que la población negra había sido esclavizada, y no que fue esclava, palabra que denota que sería una condición natural, ocultando que este grupo fue puesto en ese lugar por la acción de otrxs.

Si para mí, que soy hija de un militante negro y que siempre debatí estas cuestiones en casa, percibir estos matices es algo complejo y dinámico, para quien reflexionó poco y nada sobre este tema puede ser aún más desafiante. El proceso involucra una revisión crítica profunda de nuestra percepción de sí y del mundo. Implica percibir que incluso quienes buscan activamente la conciencia racial fueron alguna vez cómplices de violencias contra grupos oprimidos.

El primer punto a entender es que hablar sobre racismo en Brasil es, sobre todo, hacer un debate estructural. Resulta fundamental trazar la perspectiva histórica y comenzar por la relación entre esclavitud y racismo, mapeando sus consecuencias. Debe pensarse cómo este sistema viene beneficiando económicamente a lo largo de la historia a la población blanca, mientras que la población negra, tratada como mercancía, no tuvo acceso a derechos básicos ni a la distribución de la riqueza.

Es importante recordar que, a pesar de que la Constitución del Imperio de 1824 determinó que la educación era un derecho de todxs lxs ciudadanxs, la escuela estaba vedada a las personas negras esclavizadas. La ciudadanía se extendía a portuguesxs y a lxs nacidxs en suelo brasileño, inclusive a negrxs libertxs. Pero estos derechos estaban condicionados por los ingresos y el patrimonio de la persona, justamente para dificultar a lxs libertxs el acceso a la educación.

Hubo además una Lei de Terras de 1850, año en que el tráfico negrero pasó a estar prohibido en Brasil, aunque la esclavitud haya persistido hasta 1888. Esta ley extinguía la apropiación de tierras basadas en la ocupación y daba al Estado el derecho de distribuirlas solamente mediante la compra. De este modo, lxs ex-esclavizadxs tenían enormes restricciones, ya que solo podría hacerse propietarix quien tuviese grandes sumas de dinero. La ley transformó a la tierra en mercancía facilitando al mismo tiempo el acceso a las mismas a los antiguos latifundistas, aunque lxs inmigrantes europexs también recibieron concesiones, tales como la creación de colonias.

Cuando estudiamos la historia de Brasil, vemos como estos y otros dispositivos legales, establecidos durante y después de la esclavitud, contribuyen a mantener la mentalidad de “la casa grande y la senzala” [1] en el país en que, en las senzalas y en los cuartos de servicio, el color fue y es negro. La psicoanalista Neusa Santos, autora de Tornar-se negro [Volverse negro] (1983), uno de los primeros trabajos sobre la cuestión racial en psicología, afirma que:

La sociedad esclavista, al transformar al africano en esclavo, definió al negro racialmente, delimitó su lugar, la manera de tratar y ser tratado, los estándares de interacción con el blanco, e instituyó el paralelismo entre color negro y posición social inferior. [2]

En Brasil existe la idea de que la esclavitud fue más leve que en otros lugares, lo que nos impide comprender cómo el sistema esclavista todavía afecta la forma en que se organiza la sociedad. Es necesario reconocer la violencia que tuvo lugar durante el período esclavista. Historiadores como Lilia Schwarcz, Flávio Gomes, Jõao José Reis y Nizan Pereira Almeida han demostrado ya que esa idea no es otra cosa que un mito. Son innumerables los hechos históricos que la desmienten. Basta recordar, por ejemplo, que la expectativa de vida de las personas esclavizadas en la plantación era de 25 años, muy por debajo de la media en Estados Unidos, donde para el mismo grupo era de 35 años. [3]

Hace años que los movimientos de personas negras debaten el racismo como una estructura fundamental de las relaciones sociales, que crea desigualdades y abismos. El racismo es, por lo tanto, un sistema de opresión que niega derechos, y no un simple acto de la voluntad de un individuo. Reconocer el carácter estructural del racismo puede ser paralizante. Después de todo, ¿cómo enfrentar a un monstruo tan grande? Sin embargo, no debemos intimidarnos. La práctica antirracista es urgente y tiene lugar en las actitudes más cotidianas. Como dice Silvio Almeida en su libro Racismo estrutural:

Consciente de que el racismo es parte de la estructura social, y por ello, no necesita de intención para manifestarse, por más que callarse frente al racismo no haga del individuo moral y/o jurídicamente culpable o responsable, indudablemente el silencio lo torna responsable por la conservación del racismo. El cambio de la sociedad no se hace sólo con denuncias o con el repudio moral del racismo: depende, antes que nada, de tomar posicionamientos y de adoptar prácticas antirracistas. [4]

En consecuencia, nunca entres en una discusión sobre racismo diciendo “pero yo no soy racista”. Lo que está en cuestión no es un posicionamiento moral, individual, sino un problema estructural. La cuestión es: ¿qué estás haciendo activamente para combatir al racismo? Incluso si una persona pudiese afirmar que no es racista (lo cual es difícil, o incluso imposible, ya que es una estructura social arraigada), eso no sería suficiente: la inacción contribuye a perpetuar la opresión.

Cabe señalar que las mujeres y hombres negrxs no son las únicas víctimas de la opresión estructural: muchos otros grupos sociales oprimidos comparten experiencias de discriminación en cierta medida comparables. Este libro se centra en estrategias para combatir el racismo contra personas negras, aunque espero, si es posible, que también pueda contribuir a la lucha contra otras formas de opresión. [5]

El objetivo de este pequeño manual es presentar algunos caminos de reflexión, recuperando contribuciones importantes de varixs autorxs sobre el tema, para quienes deseen profundizar su percepción de discriminaciones estructurales y asumir la responsabilidad de la transformación de nuestra sociedad. Después de todo, el antirracismo es una lucha de todos y todas.

 

Notas

1. N. d. T. Durante el período colonial en Brasil, la casa grande era la casa de la familia del latifundista. Inicialmente, el término no se usó para designar a toda la residencia, llamadas casas de morada o casas de vivienda, sino solo al casco principal de la casa, que, por catacresis, pasó a nombrar a toda la casa. Además, este nombre también se utiliza para designar el centro de la forma de vida patriarcal del sistema colonial en Brasil, ya que todos los espacios estaban conectados a esta: las senzalas funcionaban como un complemento político, económico y social. Las senzalas eran grandes barrios destinados para la vivienda de las personas esclavizadas en los ingenios azucareros y haciendas durante el período colonial y el Imperio de Brasil entre los siglos XVI y XIX. Senzala viene del término kimbundu sanzala a través de la disimilación. Este término africano significa “dirección”, “vivienda”.

2. Neusa Santos Souza, Tornar-se negro ou As vicissitudes da identidade do negro brasileiro em ascensão social. Rio de Janeiro: Graal,1983, p.19.

3. Herbert S. Klein, “Novas interpretações do tráfico de escravos do Atlântico”. Revista de História, n. 120, p. 18, jan./jul.1989.

4. Silvio Almeida, Racismo estrutural. São Paulo: Pólen, 2019, p. 52.

5. Sobre la cuestión de los pueblos indígenas en Brasil, sugiero las obras de Daniel Munduruku, Ailton Krenak y Davi Kopenawa, entre otros.

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Este texto fue publicado originalmente como Introducción al libro Pequeño Manual Antirracista. Tradudcción de Florencia Carrizo. Buenos Aires: Mandacaru/Tinta Limón, 2023 / www.mandacarueditorial.com.

Imagen: Rosana Paulino. ¿Historia natural?, 2016. 

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