“Señor DeMille, estoy lista para mi primer plano”, clama una afectada Norma Desmond (Gloria Swanson) desde su escalera de mármol en la última escena, sin entender que el telón bajó para ella. Desde 1950, año de estreno de este clásico inoxidable, Norma Desmond personifica el prototipo de la vieja diva que se resiste a reconocer su decadencia. Perdida en sí misma, un poco como su contemporánea Blanche DuBois (de Un tranvía llamado deseo), no entiende que su gloria pasó con el cine mudo. Cuando el guionista Joe Gillis (William Holden) la reconoce y le dice “Usted era grande”, ella la contesta: “Soy grande. Son las películas las que se hicieron más chicas”. Gracias a un mayordomo solícito que sostiene sus fantasías, su megalomanía se le vuelve más grande que la realidad. Retrato del ego desencadenado, es además –dicen– una mordaz pintura de Hollywood. Ah, y también es la famosa película contada por el muerto de la piscina. Texto de Marcela Basch.
El ocaso de una vida (Sunset Blvd., EUA-1950) de Billy Wilder, c/Gloria Swanson, William Holden, Erich von Stroheim, Nancy Olson, Fred Clark, Jack Webb. 110’.