Despreciado por todos a causa de un equívoco, el oficial Peck emprende una misión suicida con un heterogéneo grupo de soldados.
La premisa es semejante a la de la mayoría de los westerns de Anthony Mann: un hombre (Randolph Scott) llega a un pueblo buscando vengarse de otro (John Carroll), a causa de cierta acción innombrable cometida en el pasado.
Al hombre le han dicho que hoy llega un sacerdote en la diligencia y él está dispuesto a usar su revólver para garantizar que el pueblo siga pagano.
Muchos films norteamericanos producidos durante la primera guerra mundial se animaron a insólitos extremos de perversidad y violencia para representar la villanía germana.
Mientras los grandes estudios entraban en crisis y el modo de producción tradicional de Hollywood se extinguía, la TV fue una importante fuente de trabajo para muchos realizadores formados en el viejo sistema, como era el caso de Fuller.
No todo el cine anticomunista de Hollywood se hizo durante la guerra fría. Inmediatamente después de la revolución de 1917 surgió una ola de films paranoides, empecinados en informar al mundo sobre los peligros del comunismo.
Esencialmente se trata de un extenso manifiesto sobre la segunda guerra mundial, un “antidocumental”, quizá el primero hecho por la generación que no la vivió pero padeció sus consecuencias geopolíticas.
Este film se hizo como parte de una campaña para legalizar las llamadas “visitas sanitarias”. En ese plan, narra cómo tres años de prisión pueden destruir a cualquier pareja si se los obliga a encontrarse siempre vigilados.
Conciencias muertas
Un film devastador, que en tema y puesta en escena se adelantó varios años a su tiempo y se mantiene vigente.
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