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De todos los realizadores franceses que se acercaron al género policial, Corneau es el que más deliberadamente trató de acercarse al estilo de Jean-Pierre Melville. En la última etapa de su filmografía esa cercanía se volvió explícita con su remake de El último suspiro pero mucho antes, en Police Python 357, en La amenaza y notoriamente en esta Elección de las armas, Corneau narra con gran economía verbal, estira los tiempos todo lo que se lo permiten los rostros de sus intérpretes, maneja los silencios con maestría y despliega escenas de violencia inolvidables. Como a Melville, le interesan los códigos, las amistades improbables y la acción directa que va revelando poco a poco las circunstancias relevantes de la trama. En La elección de las armas hay que ir descubriendo el pasado de los personajes, que es importantísimo, a medida que el presente les pasa por encima. El motor involuntario de ese presente es el personaje de Depardieu, el auténtico mono con navaja, arrastrado por fuerzas que él mismo no comprende del todo. Esa es una diferencia con Melville, que creía o parecía creer en una fatalidad que organizaba la trayectoria de sus personajes con precisión geométrica. A Corneau le interesa más el azar, la arbitrariedad, la estupidez, el error grotesco que lo rompe todo y obliga después a juntar los pedazos.

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