Diario
Literatura

Oswald de Andrade, Tarsila do Amaral y la antropofagia
Texto de Gonzalo Aguilar

La tendencia redentora de Oswald [de Andrade], su “galanteo inevitable”, su “esperanza en el cielo” tuvo su contrapartida, su garantía de inmanencia, en el indio. El indio fue una suerte de pequeño objeto a, objeto deseado y sustraído que a Oswald le permitió ver ciertos mecanismos de la cultura brasileña. El indio fue el don, fue aquel que, a través de la lectura de textos de la época del descubrimiento y de otras fuentes, le obsequió a Oswald las grandes hipótesis (la antropofagia, el matriarcado, la crisis de la filosofía mesiánica) con las que recopiló y enlazó los indicios que lo deslumbraban en la vida cotidiana.

Oswald empleó al indio (a la figura del indio) para hacer la crítica del Estado, la sociedad patriarcal, el moralismo, la Estética y las creencias. La separación fundamental de Oswald en relación con el romanticismo no está tanto en el cambio de signo de la valoración del indio (del buen salvaje al mal salvaje) sino en que separa al indio del Estado. En realidad, más que separarlo lo opone: el indio surge como la garantía antiestatal de la política y eso explica que una vez que en 1930 se acercó al Comunismo –que idolatraba al Estado–, abandonó la perspectiva indígena del manifiesto de 1928. En el manifiesto, el indio como símbolo de la bondad, la Nación y el Estado -en la imaginación romántica- constituyen un mismo acontecimiento: “El indio vestido de senador del Imperio. Fingiendo que era Pitt. O figurando en las óperas de Alencar lleno de buenos sentimientos portugueses”. Se trata, entonces, de pasar violentamente de un paradigma a otro y de ahí la necesidad del acto vanguardista: del indio que está subordinado al Estado-Padre, forjado durante el reinado de Don Pedro, al indio que moviliza la sociedad contra el Estado (idea que enunció posteriormente Pierre Clastres pero que ilustra perfectamente la operación antropofágica).

Para realizar esto, Oswald abandonó la preocupación por la Estética que lo obsesionaba en el manifiesto Pau-Brasil de 1924. Ya la frase que abre el manifiesto de 1928 hace a un lado la cuestión: “Sólo la Antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente”. No dice Estéticamente ni, mucho menos, Éticamente. La movilización comunitaria de lo material y lo simbólico no pasa ni por la estética ni por la moral. “La práctica culta de la vida” para realizarse deberá abandonarlas y ser tan radical que pueda llegar a cuestionar no sólo el legado estético y ético sino hasta el cuerpo humano mismo o, mejor, lo que el cuerpo humano en Occidente llegó a ser. En el capítulo 1 “Abaporu de Tarsila de Amaral: saberes del pie” reflexiono sobre esta cuestión a partir del cuadro de quien era entonces la pareja de Oswald. Hay que inventar un nuevo cuerpo porque el nuestro, tal como lo conocemos, se organiza alrededor de la jerarquía de la cabeza y de la idea.

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Fragmento extraído de la introducción al libro de Gonzalo Aguilar Por una ciencia del vestigio errático (Ensayos sobre la antropofagia de Oswald de Andrade), Buenos Aires, Editorial Grumo, 2010. Descargar introducción completa en formato PDF aquí.

El curso Memorias de la conquista. Su expresión en la literatura, el arte, el cine y la música de Brasil, a cargo de Aguilar, tendrá lugar los viernes 26 de junio, 3, 10 y 17 de julio de 18:30 a 20:30.

Informes: literatura@malba.org.ar

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