El surrealismo, como arte que expresa lo que sucede en el inconsciente, en los sueños y las pulsiones, ya existía en Latinoamérica antes que se desarrollara como movimiento artístico en Europa. Era parte de la vida misma, de las leyendas y las mitologías. Cuando llegó el surrealismo de André Breton como movimiento moderno, el arte en las urbes de Brasil estaba más interesado en lo nacional. Pero se dieron casos excepcionales en relación a lo onírico, al psicoanálisis y a la experiencia de lo alucinante y lo mágico. Obras literarias clave de escritores modernos como Cobra Norato (1931) de Raul Bopp y Macunaíma (1928); la novela fantástica y de realismo mágico de Mário de Andrade; o la pintura El Lago, de Tarsila do Amaral, mezclaron conceptos freudianos con el culto Candomblé y con lo oculto en el corazón del Amazonas.

La brasileña María Martins, estuvo interesada en estudiar y revalorizar la antropología, la cultura local, los cultos religiosos como la Macumba y los rituales, y la etnicidad de su país. En sus obras escultóricas, incorporaba elementos surrealistas, exploraba la sensualidad y el erotismo del cuerpo femenino y, a la vez, desarrollando la metamorfosis de las formas sinuosas y monstruosas de la naturaleza, las leyendas y diosas de las mitologías de la Amazonia. Una de las esculturas de María Martins incluidas en la muestra Antropofagia y Modernidad. Arte Brasileño en la Colección Fadel es Uirapurú, un bronce de 1945 aproximadamente.

Compartimos las dos leyendas del Amazonas sobre el Uirapurú. Una versión dice así:

Cuenta la leyenda que un hermoso indio, era disputado por todas las jóvenes de la tribu, fue muerto por su rival.
Pero, como por encanto, su cuerpo desapareció transformado en un pájaro invisible…
Desde ese día, apasionadas y tristes, las indígenas oían un canto maravilloso que poblaba de armonía la selva, pero se alejaba cuando ellas lo perseguían.
Era el hermoso indio que habían perdido para siempre, hechizado en un pájaro con la voz más melodiosa de la selva, era el Uirapurú.
Su canto es puro y delicado como el de una flauta.
La selva amazónica hace silencio en reverencia al maestro de los pájaros. Y los indios se emocionan al oírlo.
Muy pocos tienen la oportunidad de oír al pequeño pájaro que apenas canta algunos minutos, al alba y al atardecer, durante los 15 días en el año que tarda en construir su nido.
Al son de su canto, hombres y mujeres se apresuran a hacer pedidos, confiados en que han de ser rápidamente atendidos.
Muchos buscan sus plumas e incluso pedazos de nido, a los cuales atribuyen poderes mágicos
Creen que una de sus plumas dan a los hombres suerte en el amor y en los negocios…y un trozo de su nido garantiza a las mujeres la pasión y la fidelidad de su amado para siempre.

Otra leyenda sobre Uirapurú:

Cuenta que un joven se había enamorado de la hija de su cacique y ante la imposibilidad de concretar la relación tan deseada, pidió al Supremo Tupá que hiciera desaparecer tanto dolor de su alma.
El dios accedió a su pedido transformándolo en un ave muy especial y le dio por nombre Uirapurú que significa “pájaro que no es pájaro”.
El joven pudo así cantar todas las noches a su amada hasta que ella se durmiera.
El cacique que escuchaba el canto, se sintió encantado y quiso poseerlo para sí.
Entonces Uirapurú se alejó para siempre de la tribu y de su amada, perdiéndose en la selva y solo canta una vez al año unos pocos minutos, pero durante ese corto espacio de tiempo toda la selva, las aves, los animales, el río hacen silencio para deleitarse con su música.

Hay una canción popular de Brasil de la agrupación Nilo Amaro e Seus Cantores de Ébano dedicada al pájaro del Amazonas. En el siguiente link pueden escuchar la alegre canción.

Foto: En primer plano, la escultura de Maria Martins. Uirapurú (ca. 1945) en la muestra actual de arte brasileño que continúa hasta el 26 de febrero de 2017.