Un cuento para niños de pronto se vuelve realidad: un día llega al pueblo un circo (que no se parece a los circos tradicionales sino más bien al Teatro Negro de Praga) y trae un gato con anteojos. El cuento dice que no hay que quitárselos, porque sin los anteojos el gato en cuestión hace que las personas se vean teñidas de colores y así los hipócritas, los ladrones, los mentirosos, los infieles y los enamorados tienen cada uno un color particular. Esta fábula humorística, cuyos recursos expresivos anticipan algunos años a la psicodelia, es uno de los films fantásticos más originales que ha dado el cine y también es uno de los más bellos, en buena medida gracias a la luminosa presencia de Emilia Vásáryova, a quien amaremos por siempre jamás.
Con fuerte impronta neorrealista (intérpretes no profesionales, locaciones reales, escenas trabajadas en base a improvisaciones), Forman elaboró una comedia agridulce sobre una muchacha desencantada que de pronto cree encontrar en un joven músico un motivo para justificar su gris existencia. Además de establecer internacionalmente a su director y de constituir uno de los títulos más importantes de la nueva ola que vivió el cine checo antes de la entrada de los tanques soviéticos a Praga, el film dejó, para el imaginario cinematográfico del siglo XX, la bella espalda desnuda de Hana Brejchová.