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Sed de mal
De Orson Welles

El voluminoso cuerpo, el espesor de la presencia, la mueca de desagrado y violencia adherida a los ojos y los labios, apretados, junto a ese andar pesado, resumen al gordo y violento jefe de policía Hank Quinlan. La corrupción mata, y Hank asesina brutalmente, como si fuera un oso criminal, sin piedad, haciendo valer todo el peso de su cuerpo sobre el otro.

Esa violencia intrínseca que lleva el cuerpo del criminal como matón a sueldo, se expresa perfectamente en Quinlan, encarnando el policía corrupto, estereotipo del policial negro, género donde lo que importa no es la solución de un enigma, sino la crítica social al hacer visible la corrupción y la suciedad de los poderes del Estado.

Asesinar con el cuerpo y no con la mente, ese es Quinlan; humillar a la víctima a través de la locura de la fuerza, decirle al otro quién es más violento, explicándole que lo que reina es la ley de la selva. Nada de astucias, ningún tipo de envenenamiento que haga gala de la sofisticación del crimen en una mansión de campo en la campiña inglesa; no, la muerte viene con cara brutal, se asesina con las manos o con una bala en la sien. Lo que importa es dejar el sello de la violencia impregnado en el crimen que se realiza. Texto de Nicolás Pose.  

Ficha técnica

Sed de mal (Touch of Evil, EUA-1958) de Orson Welles, c/O. Welles, Charlton Heston, Janet Leigh, Akim Tamiroff, Dennis Weaver. 111’.