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Prisionero de su naturaleza. Crítica y celebración
Por Carlos Huffmann

Hace algunos años, Diego Bianchi fue filmado en la Rural para un programa de esos que han surgido recientemente, donde se discute de política utilizando el mismo formato de los talk shows usualmente dedicados a los escándalos de la farándula. En la edición del material, mezclaron imágenes de los trabajos que se exponían en el stand con las palabras del artista respondiendo sobre su trabajo: “son las cosas que no nos gustan ver de la ciudad”, dijo.

Las obras en las que se focalizaba el informe eran dos: una torre cuadrada de MDF desde la cual se asomaban brazos de performers equipados con limpiavidrios, trapitos como los de los acomodacoches y resmas de volantes. La otra era un vendedor ambulante de relojes recientemente desembarcado de una navío proveniente del África.

El sesgo del informe buscaba que ese "no nos gustan" de Diego fuese un "nosotros" de clase, un "nosotros la gente", y todo se orientaba a hacer quedar a Diego como si fuese un artista que estaba aborreciendo la fealdad de lo marginal, y ejerciendo ese discurso ni más ni menos que desde una feria de arte alojada en el predio de la Sociedad Rural Argentina, con sus obvias connotaciones políticas.

Unos días mas tarde, imagino, lo llamaron de la producción del programa para invitarlo a "defenderse" en frente de la cámara. Diego aceptó, con bastante valentía, ya que se trataba de un conductor y un panel de opinólogos unánimes en sus opiniones políticas y estéticas, pero sobre todo, un panel completamente ignorante de los mecanismos y las operaciones del arte contemporáneo.

El programa hizo sus chistes, los panelistas se mostraron indignados, pidieron explicaciones, y Diego no solo no se las dio sino que respondió crípticamente cada vez que eligió intervenir. El conductor del programa prácticamente le terminó pidiendo que se defienda. Desesperado, intentó suavizar el final del bloque con una frase bien tribunera: "nadie que tenga el pelo así (en referencia a los rulos de Diego) puede ser una mala persona". Todos contentos y a otro tema.

No es casual que Diego haya hecho muchas veces obra con su propio pelo. Viendo su imagen impasible en cámara se hacia muy claro que se trata de uno de esos artistas cuya presencia y aspecto físico de alguna manera funcionan como contexto material de la obra.

Lo que me interesa de esta historia es que ilustra la actitud que guía a este artista en la producción de sus obras y también en el momento de generar discurso alrededor de ellas. Una posición doble, ambigua. Dentro y fuera a la vez. Neutra. Enredada. Un poco como la del experimentador en la física cuántica: plenamente consciente de que su presencia en la decisión de experimentar son parte indisociable del resultado.

Hasta ahora, una de las maneras en la que entendía el trabajo de Diego es en términos de una práctica escultórica sobre lo abyecto. Utiliza materiales de descarte para producir formas que escapan de manera sistemática a la composición, la personificación, la belleza, e inclusive a la limpieza. Una muestra sobre la cual escribí hace varios años se llamaba "Las formas que no son". Esta enunciación absurda señala que con su trabajo Diego está continuamente refiriéndose al límite entre lo que se puede nombrar y lo que queda afuera, lo inmundo como categoría discriminatoria. Las formas que están destinadas a desaparecer bajo los montículos sanitarios del Ceamse son los protagonistas de su investigación.

Como señala Mike Kelley, también un investigador de lo abyecto, contradecir todas las reglas de manera apasionada implica ser un creyente de la naturaleza trascendental de las mismas: las reglas permanecen vigentes y operando cuando están siendo reprimidas. Como en una huella en el barro, el negativo de la suela de una bota describe con bastante precisión a la bota. El caos, cuya definición científica sería el estado de entropía máxima, es en realidad una perfecta homogeneidad, un gris medio sin particularidades ni puntas filosas. Toda apariencia de desorden, por más arbitrario que parezca, es en realidad la textura de un orden que excede nuestra capacidad para desandarlo. Quizás lo único verdaderamente abyecto en el universo sean las formas de los objetos que fracasan en su intento de ser una obra de arte, la mala obra de arte como la única plena inautenticidad que podemos conocer.

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Carlos Huffmann

Artista. Nacido durante la dictadura militar en Buenos Aires, construye su trabajo desde la preocupación de que una mentira verosímil tiene el mismo orden de realidad que cualquier objeto de la memoria. Su obra se compone de pinturas, esculturas, dibujos y textos que, con fuertes referencias al surrealismo post-estructuralista, busca investigar los mecanismos de la ficción como índice y cincel de lo real.

Este texto fue presentado en el marco de una mesa organizada en MALBA el 29 de abril de 2015 sobre “Suspensión de la incredulidad”, la obra de Diego Bianchi que forma parte de la exposición Experiencia Infinita.

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Inauguración: Jueves 19 de marzo, 19:00
Curador: Agustín Pérez Rubio

20.03— 08.06.2015

Experiencia
Infinita

Artistas: Allora & Calzadilla - Diego Bianchi - Elmgreen & Dragset – Dora García - Pierre Huyghe - Roman Ondák - Tino Sehgal - Judi Werthein.

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Diego Bianchi - Suspensión de la incredulidad

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Sobre “Suspensión de la incredulidad” de Diego Bianchi

Este texto fue presentado en el marco de una mesa organizada en MALBA el 29 de abril de 2015 sobre “Suspensión de la incredulidad”, la obra de Diego Bianchi que forma parte de la exposición Experiencia Infinita.

Por Martín Ciordia