De manera episódica, el film describe las andanzas de un hombre obsesionado con el marxismo y con los gorilas, y sus esfuerzos por recuperar un amor perdido.
No sólo es un testimonio directo y duro sobre la niñez desamparada sino también un film de peculiares calidades formales, en el que se sabe lo que se dice, se lo narra con un lenguaje dramático apropiado y se lo fotografía con una permanente calidad plástica.
Junto con el neorrealismo, este fue uno de los films esenciales de la inmediata posguerra, pero quedó olvidado después seguramente por la escasa distribución internacional que suele tener la producción húngara.
El título designa a la aridez, en este caso de una zona de Santiago del Estero, que aleja a los campesinos de la tierra y los arrastra a los márgenes de ciudades y pueblos, donde la necesidad los hace presa fácil del alcohol, el delito o la política.
Las criaturas de Los olvidados y de El secuestrador no sienten que están viviendo un “descenso a los infiernos” sino que encuentran natural hallarse en él y se comportan en consecuencia.
El secuestrador
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