De algún modo, este film furiosamente independiente funciona como prolongación visual del libro “Subjetiva de nadie”, donde Vieytes hacía una fusión singularísima de crítica y poesía. El BAZOFI se complace en presentar en esta edición su estreno en carácter de primicia no sólo mundial sino también cósmica.
Luego de El Impenetrable (2012), el director Daniele Incalcaterra, con la codirectora Fausta Quattrini, vuelve a exponer los desafíos y problemas relacionados con cinco mil hectáreas de bosque virgen que heredó de su padre.
Soledad Rosas, argentina, llega a Italia en 1997 con 23 años. Al poco tiempo, se muda a una casa ocupada en el centro de Turín donde conoce a un militante anarquista llamado Edoardo Massari, con quien empieza a vivir una breve pero intensa historia de amor.
Es verano en la ciudad de Buenos Aires, vacía y calurosa. La hermana de Marcela acaba de morir, y ella hace su duelo, mientras debe enfrentarse a desarmar su casa. Un joven amigo de su hija aparece en su vida dispuesto a ayudarla, y su presencia da lugar a viajes y aventuras juntos.
Mar del Plata. La ciudad feliz. El gran centro de veraneo argentino, primero de la aristocracia, y a partir del peronismo, también de la clase trabajadora. Pero tras la fachada del verano feliz, los teatros picarescos, las playas atiborradas, late una historia de violencia política.
Solos en una quinta, Fran, Tino y Clara (de 9, 7 y 5 años) esperan el regreso de sus padres, misteriosamente ausentes. Entre juegos y cuentos, la espera se prolonga y la soledad se torna inquietante.
En el año 1986, el padre de Facundo tenía un almacén de barrio en Buenos Aires. A comienzos de los noventa, con la llegada de los supermercados chinos, el almacén no pudo competir y tuvo que cerrar. Treinta años después, Facundo viaja al otro extremo del planeta con el objetivo de abrir el primer supermercado argentino en China.
El callejón de los sueños
Si bien toda la obra de Alan Rudolph tiene algún elemento cautivante por su evidente originalidad, El callejón de los sueños es la que más lejos llega en el intento de definir un universo con reglas propias a partir de elementos de la cultura cotidiana, sin que ello signifique resignar la importancia de las emociones.
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