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Es muy curiosa esta mezcla de opereta musical y film de aventuras. En parte porque recurre al viejo truco del crossdressing para burlarse de los arquetipos machistas, pero también porque su realización es incomprensible en el contexto del cine soviético más difundido: carece de toda bajada de línea, pretensión artística o preocupación por la sociedad contemporánea, rasgos que eran prácticamente obligatorios del cine estatal. En cambio es un film ligero y muy divertido, como una película de Lolita Torres pero, ambientada en las guerras napoleónicas. Cabe preguntarse el despliegue de producción, que es notable, no habrá aprovechado algo de lo que por ese entonces ya estaba juntando Bondarchuk para su monumental Guerra y paz. Texto de Fernando Martín Peña.

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