La intrusa no reconoce filiaciones en su forma de representar una peripecia mínima que la prosa de Borges apenas sugiere. Su audacia le provocó una prohibición total en Argentina, que se prolongó hasta la vuelta de la democracia a fines de 1983. Las polémicas sobre la mayor o menos fidelidad de la adaptación, a esta altura, no le importan a nadie. Lo que permanece es el estilo que Christensen inventó para este film, una forma propia de pensar el tiempo y el paisaje y el peso de ambos sobre los protagonistas. Los diálogos son pocos y breves: Christensen hace hablar, en cambio, a la luz, al viento y a los cuerpos, en dos de las escenas de sexo más expresivas de todo el cine latinoamericano. La intrusa del título apenas se manifiesta en todo el metraje, pero Christensen es más generoso con ella que el propio Borges y le inventa una escena magistral, cerca del final y con un insecto, que es emotiva y ominosa al mismo tiempo.
La intrusa (A intrusa, Brasil-1979) de Carlos Hugo Christensen c/José de Abreu, Arlindo Barreto, Maria Zilda Bethlem, Palmira Barbosa, Fernando de Almeida. 100’.