El titulo es engañoso ya que no es este un film de terror clásico y, en realidad, no hay ninguna maldición. Su tema son las fantasías infantiles que se despliegan frente a la soledad o a la perdida, algunas de las cuales se vuelven imprevisiblemente reales. El resultado es una obra mayor, de tema y ambiciones atípicas para la clase B, y un claro ejemplo de lo que era capaz el productor Val Lewton.