16.05.2022

Paisaje desbordado

Por Verónica Rossi


Ana Teresa Barboza

Nacida en Lima en 1981, Ana Teresa Barboza se expresa a través de sus bordados y viaja extensamente a través del Perú buscando inspiración en paisajes, técnicas y materiales y recuperando las tradiciones ancestrales de las poblaciones locales. Barboza registra sus investigaciones para incorporarlas luego a su trabajo, que realiza en su estudio en Lima y en su taller en Lobitos, un pequeño pueblo costero al norte del país, cerca de la frontera con Ecuador. Estudió la carrera de Bellas Artes en Lima, donde comenzó tempranamente a experimentar con hilos y telas y, siendo todavía estudiante, realizó sus primeras obras con las técnicas de bordado, patchwork y quilting. Inspirada en el recuerdo de su madre, fallecida en esa época, la artista creaba obras empleando el patchwork, una técnica históricamente ligada a la costura como memoria familiar y archivo. Su abuela cosía, bordaba y tejía, y le enseñó a utilizar la máquina de coser. Ya desde entonces Barboza utilizaba elementos que se mantendrían en su obra a través de los años: el bordado, el collage y el trabajo inacabado que realza la labor manual como proceso. La artista también estudió pintura y fotografía, y se vale de estas disciplinas principalmente para registrar paisajes relacionados con el agua y la naturaleza, además de sitios arqueológicos.

En las comunidades de la zona de Junín, Huancayo, Lambayeque, Ayacucho y Cuzco, con las que la artista estudia y trabaja, los tejidos permiten descubrir la relación con el medio ambiente de la región en la que viven. Las piezas que Barboza produce en vínculo con estas comunidades son el resultado de un proceso de transformación de las materias primas obtenidas de su entorno. En ellas el textil no es tratado solo como un objeto sino también como “un ser viviente que entra en una relacion íntima con los tejedores”. [1] Como señala Elvira Espejo, [2] la elaboración del textil en Perú es parte de una compleja red de procesos que incluye la crianza de los rebaños de animales, el pastoreo, la esquila, el hilado de la fibra y su teñido, que también implica procedimientos específicos para la obtención de los tintes. [3] El tejido es por tanto una continuidad entre las cosas y los seres vivientes.

El trabajo de Ana Teresa revela característicamente la doble condición del arte textil peruano: una labor que tiene una dimensión solitaria, íntima, incluso contemplativa en su minuciosidad, y también una colectiva, ligada a las múltiples operaciones que realizan el hombre y la mujer con su entorno para la obtención de materias primas y a los procesos ancestrales involucrados en su transformación, que son quehaceres compartidos. [4] En el Perú, desde siempre, el tejido fue una actividad predominantemente femenina. Las prendas tejidas eran para uso cotidiano y ceremonial, y tenían diseños relacionados con la vida animal y la naturaleza en general. Las tejedoras de Pachacamac del período incaico vivían en una vivienda colectiva construida para ellas, y se dedicaban casi exclusivamente a tejer. Esto incluía las labores asociadas, como siembra, recolección y teñido de las fibras. Su vida transcurría en un continuum que replicaba el de la naturaleza y sus ciclos. En esta imitación, la práctica textil también establece una relación particular con el tiempo.

—Fragmentos extraídos del texto curatorial de la exposición Tejer las piedras. La muestra se presenta en Malba hasta el 2 de agosto.

 

Notas

1. Denise Y. Arnold y Elvira Espejo, El textil tridimensional: la naturaleza del tejido como objeto y como sujeto., Bolivia, ILCA, 2013, p. 27.
2. Elvira Espejo es investigadora y directora del Museo XX, una referente en el estudio de textiles peruano.
3. Barboza obtiene la lana de oveja de una asociacion en Tarma, Junín, que conoció gracias a Elvia Paucar, tejedora, heredera de la tradición textil de San Pedro de las Casas.
4. En esta segunda dimensión también se apoyaba el taller de tejido de la Bauhaus, que no se estructuraba bajo la verticalidad de la relación maestra - alumna, sino según una dinámica de taller, donde primaba la acción de grupo y se aprendían las técnicas colectivamente.